Se trata de hacer lo que tengo que hacer

Primero adentro: el inconsciente guarda la raíz del conflicto - El primer paso no es hacia afuera, es hacia adentro - 

Hay momentos en los que lo sé. Sé exactamente qué es lo que tengo que hacer. Lo siento en el cuerpo, en el pecho, en esa incomodidad que no se va. Es claro. Está ahí. Y sin embargo… no lo hago.

Me detengo. Me enredo. Me distraigo. Algo muy fuerte en mi me frena.

No es falta de voluntad. No es desconocimiento. Es otra cosa. Un peso invisible que me congela justo cuando estoy por dar ese paso que me acercaría a lo que deseo.

Desde la mirada de la Bioexistencia Consciente, eso que me detiene son programas que no vienen de mí: son heredados, inconscientes. Están ahí desde mucho antes, cargados en la historia del clan. Se gestaron cuando, en generaciones anteriores, ocurrió algo profundamente antibiológico: muertes, pérdidas, separaciones, traiciones. Tal vez alguien logró abundancia y eso lo llevó a alejarse de su familia; o lo mataron por ese dinero; o se suicidó después de perderlo todo. El inconsciente registra esos eventos con una lógica de protección: “si avanzar trae dolor, mejor no avanzar”. Así, el éxito, el cambio o la libertad quedan asociados al peligro, a la pérdida, a la muerte (real o simbólica). Entonces, aunque conscientemente quiera avanzar, el inconsciente interpreta que hacerlo es arriesgarme a romper la lealtad con mis raíces, con lo conocido, con mi lugar de pertenencia. Y eso activa un freno automático. Me inmoviliza. Me paraliza. “El inconsciente no busca que seas feliz, busca que sobrevivas, y el mayor tiempo posible” y más si tienes relación por fechas o nombres, profesión etc. con ese ancestro clave en tú historia.

 
Es una lucha interna difícil de explicar. Por un lado, tengo claro qué hacer. Sé que esos pequeños actos —una llamada, una renuncia, una decisión— me acercan a mí, a mi verdad, a una vida más libre. Pero cuando llega el momento de hacerlo… no me sale. Algo me tira hacia atrás. Y lo peor es que esa inacción duele. Es incómoda. Me encierra en una vida que ya no tolero.

Me doy cuenta de que no es afuera donde tengo que buscar. El punto de quiebre está adentro, en ese diálogo profundo conmigo. En reconocer que esa resistencia no es flojera, es historia. Historia que puedo re significar.

Entonces, no se trata solo de “hacer lo que tengo que hacer”. Se trata de animarme a atravesar esa zona incómoda, reconocer el miedo como parte del camino, y darle espacio a lo nuevo, incluso si no sé cómo va a ser.

Porque al final, lo que no hago… también elige por mí. Justo cuando estaba por tomar la decisión, comenzó a mejorar  la situación en la q estaba. Eso podría ser otro momento de auto engaño, freno, para no hacer lo que tengo que hacer … un ejemplo, una clienta llevaba años tratando de separarse, y al tomar la decisión el marido cambia, ya no pelea ni la golpea los fin de semana, ahora solo una vez al mes o mes y medio …. Algo cambió en realidad?


 

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